By Diane Menditto, OFS
National Vice Minister
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Queridos hermanos y hermanas,
Mientras escribo esto, estoy de vuelta a los Estados Unidos desde Roma después de asistir a una reunión del Secretariado de Formación Internacional de la CIOFS. Trabajar con mis hermanos y hermanas ha sido una experiencia tan positiva y enriquecedora que comencé a reflexionar sobre por qué sería así.
¿Has pensado últimamente en el hecho de que todos nosotros somos miembros, no solo de nuestras fraternidades locales, sino también de las fraternidades Regionales, Nacionales e Internacionales? El tiempo que pasé la semana pasada con el Secretariado de Formación de la CIOFS me hizo comprender esto de una manera hermosa.
Los miembros del Secretariado provienen de todo el mundo. Somos de Argentina, Brasil, Chile, la República Checa, Rumania y los Estados Unidos, ¡una verdadera sopa de letras! Nuestros dos idiomas comunes son el español y el inglés. A veces me toca actuar como traductora, pero para esta reunión, uno de los consejeros de la Presidencia que habla español, inglés e italiano se unió a nosotros.
Nos reunimos presencialmente por última vez hace dos años, pero la semana pasada comenzamos nuestra reunión como si nunca nos hubiéramos separado. El ritmo de nuestra conversación y nuestro trabajo fue fluido y agradable. Nuestras oraciones y nuestras comidas fueron sinceras y abundantes. Hablamos en el idioma que nos resultaba cómodo en ese momento.
Puede que esto le suceda a usted cuando se reúne con amigos de toda la vida o con la familia. Pero, ¿no es cierto que a menudo sucede lo mismo cuando nos reunimos con nuestros hermanos y hermanas franciscanos?
El Secretariado se preocupa profundamente por nuestra Orden y por todo el material formativo que estamos creando, que nos acercará a todos más a Dios. Aunque nuestras fraternidades locales estén a miles de kilómetros de distancia, caminamos juntos siguiendo los pasos de San Francisco y discutimos lo que puede beneficiar a cada miembro de cada fraternidad local en el mundo entero.
Lo que realmente es especial y emocionante para mí, sin embargo, es ver cómo personas de diferentes orígenes, idiomas y culturas son tan similares en nuestro amor mutuo, por Dios y por nuestra vocación franciscana. El Espíritu Santo nos ha dado a cada uno de nosotros los precisos dones y talentos que necesitamos para llevarnos bien y ser productivos. Es un poco milagroso ver lo que incluso una pequeña Fraternidad “temporal” (6 de nosotros) puede lograr si estamos abiertos al Espíritu y a los demás.
Demos gracias a Dios por este don de fraternidad que se nos ha dado. Es un don sin precio que nunca debemos dar por sentado. Es una perla de gran valor, un tesoro, que debemos esforzarnos por preservar y compartir con otros.
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